Cuando un niño padece una enfermedad crónica, el impacto se extiende más allá de su propio bienestar, afectando profundamente a toda su familia. Las emociones intensas que surgen de esta situación, como el estrés y la ansiedad, pueden volverse parte del día a día de todos los miembros del núcleo familiar. A medida que los niños crecen, las exigencias emocionales y físicas de su enfermedad pueden aumentar el riesgo de desarrollar estrés crónico.
No solo deben lidiar con los desafíos que la enfermedad en sí misma presenta, sino que también se enfrentan a dificultades sociales. El estigma, la incomprensión y, en algunos casos, las burlas sobre su estado físico o emocional pueden intensificar los problemas que ya están afrontando. Estos factores externos, combinados con las exigencias propias de su condición, pueden complicar aún más su bienestar emocional.
Madurez temprana: entender y aceptar su realidad
El hecho de enfrentarse a desafíos significativos desde temprana edad hace que muchos de estos niños maduren rápidamente. Es por ello que es fundamental incluirlos en la comprensión de su enfermedad desde pequeños. Explicarles lo que sucede, normalizar su situación y permitirles participar en decisiones sobre su salud les ayuda a sentirse comprendidos y menos apartados de la vida cotidiana.
Las exigencias de tratamientos y horarios de medicación pueden desorganizar la vida diaria de estos niños, lo que a menudo provoca ansiedad. Para aliviar estas tensiones, es crucial establecer rutinas que ofrezcan estabilidad y control. Esto puede ayudar a que sientan que, a pesar de su condición, tienen el poder de manejar ciertos aspectos de su vida.
La salud mental, tan importante como la física
Es común que se preste más atención a los aspectos físicos de la enfermedad, pero no se debe descuidar la salud mental del niño. Las consecuencias emocionales pueden ser tan impactantes como las físicas si no se abordan adecuadamente. Por ello, es vital prestar atención al bienestar psicológico de estos pequeños.
Reacciones psicológicas frecuentes
A pesar de la capacidad que muchos niños muestran para afrontar su enfermedad con fortaleza, existen reacciones psicológicas que pueden surgir a lo largo del proceso, como:
- Malestar emocional.
- Síntomas de ansiedad y depresión.
- Dificultades en la regulación emocional.
- Miedos desproporcionados para su etapa de desarrollo.
- Alteración de la imagen corporal.
- Aislamiento social.
- Preocupaciones recurrentes.
- Cambios en el comportamiento.
En algunos casos, estas reacciones pueden desencadenar trastornos más graves, como estrés postraumático, depresión o ansiedad. Por ello, es esencial estar atentos a estos signos y brindarles el apoyo necesario para evitar que se desarrollen complicaciones mayores.
Cómo mejorar la comunicación con los niños
Una de las herramientas más valiosas para apoyar a estos niños es una comunicación efectiva. Para mejorarla, es importante seguir estos pasos:
- Explorar lo que el niño sabe y le preocupa: antes de ofrecerle explicaciones, es fundamental comprender su visión y preocupaciones.
- Diferenciar las preocupaciones de los adultos de las del niño: aunque puedan parecer similares, no debemos asumir que son las mismas.
- Buscar ayuda cuando sea necesario: si la situación resulta emocionalmente difícil, es recomendable acudir a profesionales o personas cercanas que puedan ofrecer apoyo.
- Estar disponibles cuando el niño lo necesite: la honestidad y el apoyo son esenciales, pero debemos permitir que el niño decida cuándo y cómo hablar.
- El lenguaje no verbal también cuenta: los gestos, miradas y momentos compartidos son igualmente importantes para construir confianza y comunicación efectiva.
En Centro Movo, comprendemos la importancia de abordar tanto el bienestar físico como el emocional de los niños con enfermedades crónicas. Contamos con un equipo especializado en atención temprana y ofrecemos un apoyo integral a las familias, ayudándoles a gestionar los desafíos emocionales y a crear una sensación de normalidad en medio de las dificultades.
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