En el marco del Día Internacional para la Prevención del Suicidio, se observa una preocupante tendencia en el ámbito de la salud mental juvenil: el consumo de benzodiacepinas ha crecido entre los adolescentes en España. Aunque los adolescentes con enfermedades crónicas no constituyen el grupo mayoritario en este consumo, es importante centrar la atención en ellos, dado que enfrentan desafíos emocionales adicionales relacionados con sus condiciones de salud, lo que podría influir en el uso de estos medicamentos.
Las benzodiacepinas son medicamentos comúnmente utilizados para tratar la ansiedad, el insomnio y otros trastornos relacionados con el estrés. A pesar de sus beneficios terapéuticos en el manejo de síntomas agudos, su uso prolongado puede conllevar riesgos, como la dependencia y el abuso. Según el informe más reciente de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, España se encuentra en la primera posición a nivel mundial en el consumo de estos medicamentos, con un promedio de más de 91 dosis diarias por cada 1.000 habitantes.
En particular, el 19,6% de los adolescentes españoles ha confesado haber consumido benzodiacepinas al menos una vez. Este dato es relevante en el contexto de jóvenes con enfermedades crónicas, quienes enfrentan dificultades emocionales adicionales que podrían llevar al uso desmedido de este tipo de fármacos. Las enfermedades crónicas, que incluyen condiciones físicas, psíquicas y sensoriales, no solo afectan la salud física del adolescente, sino también su calidad de vida emocional.
El impacto de las enfermedades crónicas en los adolescentes
Una enfermedad crónica puede alterar de manera significativa la vida de un adolescente. Estos jóvenes, además de las limitaciones físicas propias de su condición, pueden experimentar una sensación de incapacidad social y emocional al no poder seguir el ritmo de sus compañeros. Las actividades cotidianas como asistir a clases, socializar o participar en eventos recreativos pueden verse interrumpidas por hospitalizaciones, tratamientos o dolores frecuentes, lo que genera un sentido de aislamiento y frustración.
La carga emocional de lidiar con una enfermedad crónica puede derivar en trastornos mentales como la ansiedad o la depresión. Estudios señalan que aproximadamente uno de cada cuatro adolescentes con una enfermedad crónica desarrolla algún tipo de trastorno emocional, y muchos recurren a las benzodiacepinas para paliar esos síntomas. Aunque las benzodiacepinas proporcionan un alivio rápido y su uso, como tratamiento farmacológico, no debe ser estigmatizado, el consumo sin la adecuada supervisión médica puede generar dependencia.
La prevención como estrategia clave
El Día Internacional para la Prevención del Suicidio nos recuerda la importancia de abordar los factores que ponen en riesgo la salud mental de los adolescentes, especialmente aquellos que ya enfrentan la carga de una enfermedad crónica. El aumento del consumo de benzodiacepinas entre los jóvenes refleja la necesidad de un enfoque integral en el manejo de su bienestar emocional. No solo se deben tratar los síntomas físicos, sino también las repercusiones psicológicas que afectan a su autoestima, resiliencia y capacidad de adaptación.
Es esencial que las familias, educadores y profesionales de la salud trabajen conjuntamente para detectar señales tempranas de malestar emocional en estos adolescentes. Una intervención oportuna, basada en el apoyo psicológico y la promoción de habilidades de afrontamiento saludables, puede prevenir el uso innecesario de medicamentos y mejorar la calidad de vida de los jóvenes.
En Centro Movo, estamos concienciados con esta prevención y contamos con un equipo de profesionales, que incluye psicólogos, terapeutas ocupacionales, especialistas en atención temprana y logopedas, que trabajan de manera coordinada con nuestros pacientes desde una edad temprana. Implementamos técnicas y métodos eficaces para promover su bienestar emocional, ofreciendo apoyo continuo para prevenir así, el uso inadecuado de fármacos y mejorar su calidad de vida.