Desgraciadamente, el bullying es un grave problema social que aún está lejos de haberse superado. En todos los casos, el acoso sistemático a niños y niñas puede tener graves consecuencias en el desarrollo infantil a corto, medio y largo plazo, afectando su bienestar físico, emocional y psicológico. En este sentido, el caso de las personas con enfermedades crónicas presenta rasgos y problemas específicos, buena parte de ellos asociados al hecho de que dichas enfermedades ya suponen un gran condicionamiento general para estos menores y, por tanto, el impacto del bullying puede ser aún más significativo y dramático.
De este modo, conviene precisar que cada tipo de acoso –en función del contexto, entorno o características propias– debe ser enfrentado de forma directa y con herramientas específicas para cada situación. En el caso que nos ocupa, es muy importante abordar un enfoque que aúne la formación social con el conocimiento y sensibilización necesario respecto a las enfermedades de tipo crónico; así, en este artículo nos centraremos en explicar algunas de las particularidades del acoso a niños y niñas con enfermedades crónicas y, especialmente, comentar algunas de las estrategias para reducir las posibilidades de exclusión y fomentar un entorno de apoyo.
Enfermedades crónicas y vulnerabilidad ante el bullying
Una enfermedad crónica puede “marcar” socialmente al niño o niña como diferente. Aunque, ciertamente, estas personas pueden presentar algunas necesidades particulares en algunos ámbitos de su vida, el desconocimiento general sobre este tipo de enfermedades hace que muchas personas decidan, sencillamente, tomar distancia. Llegados a este punto, es muy importante que no se confundan las dificultades generales para comprender las posibles necesidades de personas con enfermedades crónicas –así como la inseguridad que algunas personas desarrollan respecto al modo correcto de comportarse en determinados contextos– con los casos de acoso sistemático hacia niños y niñas que presentan este tipo de enfermedades.
Por otro lado, los niños y niñas que sufren este tipo de acoso generalizado, pueden llegar a confundir presentar limitaciones de carácter físico para realizar algunas actividades con reconocerse como personas incapaces para la vida social. Ciertamente, una enfermedad crónica requiere un seguimiento y tratamiento específico –medicación, rutinas, visita a especialistas, etc.– que, sin embargo, en ningún caso debe asumirse como imposibilidad para disfrutar la vida en común. De hecho, aislarse en su condición de enfermo es una de las consecuencias indeseables que tiene el desplazamiento y el acoso; en muchos casos, estas personas llegan a esencializar su condición de enfermo y asumen, erróneamente, que la enfermedad marca todos los aspectos de su ser y les define completamente. En muchos de los casos, esto viene provocado por la falta de herramientas para lidiar con el problema.
En general, la vulnerabilidad de los menores se incrementa exponencialmente en estas situaciones de acoso, materializándose potencialmente en estados de aislamiento que no solo suponen la exclusión social, sino que pueden repercutir en la formación académica, el desarrollo físico y el bienestar emocional. La falta de interacción positiva con sus compañeros puede limitar su capacidad para desarrollar habilidades sociales, lo que puede tener efectos a largo plazo en sus relaciones interpersonales y en su autoestima. La sensación de soledad y aislamiento puede llevar a una mayor desconexión con la escuela y, en algunos casos, a un rendimiento académico deficiente.
Algunas estrategias para abordar la exclusión y fomentar un entorno de apoyo
Lo primero que debe decirse es que, ante el menor indicio de casos de acoso, debe consultarse a un profesional para tomar medidas efectivas y que no vayan en detrimento de los menores. Por otro lado, en un contexto general, dado el impacto significativo del bullying en los niños con enfermedades crónicas, es crucial que padres, educadores y compañeros de clase trabajen juntos para crear un entorno más inclusivo y de apoyo.
- Sensibilización y educación sobre enfermedades crónicas. La educación y sensibilización generalizada es clave para sentar las bases de un contexto menos propenso al desarrollo de casos de acoso. Es fundamental que los educadores proporcionen a los estudiantes información sobre las enfermedades crónicas y sus implicaciones, especialmente para que normalicen la existencia de realidades menos comunes o estándar y que desarrollen, así, herramientas teóricas y prácticas para facilitar un entorno de apoyo, comprensión e inclusión. Los programas de educación sobre la salud en las escuelas pueden incorporar formaciones sobre enfermedades crónicas para aumentar la comprensión y la empatía entre los estudiantes. Al desmitificar estas condiciones y abordar cualquier idea errónea, los educadores pueden ayudar a reducir el estigma y la discriminación.
- Implementación de políticas contra el bullying. Los centros formativos deben desarrollar protocolos y pautas específicas para prevenir el bullying y, llegado el caso, abordar situaciones en las que el acoso sea efectivo. Estas políticas deben ser ampliamente comunicadas a estudiantes, padres y personal escolar, y deben ser aplicadas de manera consistente. En general, una de las condiciones imperativas para que este tipo de políticas funcionen es que los centros creen entornos en los que los niños y niñas que padecen acoso se sientan con la seguridad de denunciar este tipo de situaciones.
- Apoyo emocional y psicológico. El apoyo emocional y psicológico es esencial para los niños con enfermedades crónicas que han sido víctimas de bullying. Las escuelas deben contar con consejeros o psicólogos que puedan brindar apoyo a estos estudiantes, ayudándolos a desarrollar mecanismos de afrontamiento y reforzando su autoestima. Los grupos de apoyo también pueden ser una herramienta valiosa. Reunir a estudiantes que han tenido experiencias similares puede ayudar a reducir el sentimiento de aislamiento y proporcionar un espacio seguro para compartir sus emociones y desafíos.
- Trabajo junto a las familias. Las familias de niños y niñas con enfermedades crónicas deben estar involucradas en la lucha contra el bullying. Es crucial que mantengan una comunicación abierta con sus hijos sobre sus experiencias escolares y estén atentos a cualquier señal de acoso o exclusión. Además, los padres pueden trabajar en colaboración con las escuelas para desarrollar planes de intervención personalizados que aborden las necesidades específicas de sus hijos. Participar en actividades escolares y construir relaciones con otros padres también puede ayudar a crear una comunidad más unida y solidaria.
En resumen, el bullying es un problema complejo que, en el caso de las enfermedades crónicas, requiere un trabajo adicional de concienciación, sensibilización y formación específica. Como en muchos otros casos, la prevención es la primera herramienta de la solución y, si bien deben tomarse medidas efectivas contra todo tipo de acosos, la primera piedra del camino se sitúa del lado del conocimiento generalizado sobre cualquier condicionamiento que pueda llegar a generar situaciones de vulnerabilidad.